CAPITULO 7 Uno de tantos internamientos

Empieza mi día planeado, tomé muchas pastillas para que me llevaran nuevamente al hospital, en el área de psiquiatría y realmente lo logré, en ese momento sentía que era una victoria para mi, pero lo que estaba provocando era lo que yo quería, pero en realidad me estaba haciendo daño a mi misma, claro estaba cegada en todo sentido.

Ese día debía esperar 24 horas en observación, gracias a Dios me dieron comida en la noche, pero siempre tuve que pasar toda la noche ahí sentada en una banca, hasta el día siguiente que me subieran a psiquiatría, tipo 5pm, fueron muchas horas de espera, en ese momento me percaté lo cansada y hastiada que estaba y solté el llanto como un bebé, no pude controlarme, estaba desconsolada porque mi realidad era esa, yo lo provocaba todo, tenía un sentimiento intenso de amargura, muy feo, claro, cuando me vieron en ese estado el psiquiatra dio la orden de que me inyectaran y eso fue lo que me ayudó a tranquilizarme y dormir bien, tanto que no me desperté en toda la noche, aparte de darme también en ese momento diazepam.

Ya ingresada al día siguiente me bañé tarde y mejor aún, aquí la gente no es atacada para hacer las cosas como los demás afuera, tampoco es que era una ambiente muy bueno que digamos.

Me di cuenta que una secretaria de donde yo trabajaba la internaron ahí, experimentando por ella misma lo feo que es estar aquí internada, pero hay que vivirlo para comprender esta enfermedad.

No les había comentado, tengo mi madre adorada con una edad en ese momento de 86 años, ella se fue de viaje a Guanacaste, fuera de la capital, una provincia de mi país amado, Costa Rica, a visitar a uno de sus últimos hermanos ya que los demás ya habían fallecido antes.

La llevaron dos de mis hermanos que no tienen mucho tacto, le pedía a Dios que la cuidara mucho y que ojala no se hubiera dado cuenta donde me encontraba yo. Yo la amo! es lo más especial que tengo y no causarle ningún sufrimiento ni tristeza, por eso tenía que mentirle muchas veces para que no se diera cuenta de mi situación.

Teníamos un horario de una hora al día para poder hacer llamadas de un teléfono público que estaba fuera del salón, pero con un oficial de seguridad del hospital poniendo orden y viendo que todas pudiéramos tener tiempo para hablar, claro yo la llamaba para que pensara que estaba bien y que estaba trabajando que luego iba a visitarla.

Me acuerdo una vez que vi entrar a una señora como de 70 años al mismo lugar donde yo estaba, a internarse, eso sí que fue un golpe muy bajo porque solo con verla me volvió a la mente mi madre, mi chineadora con su amor incondicional, no me aguanté y empezó mi llanto desgarrador otra vez, los enfermeros no entendían y me decían que no tenía motivos para ponerme así, pero mi corazón anhelaba verla, darle un montón de besos, abrazarla y a la vez disculparme por todo lo que la había hecho pasar. Desgraciadamente tuve que dormir con ese dolor en mi pecho esa noche.


Al día siguiente seguía la rutina nos apagaban las luces a las 9 pm eso sí, antes repartían los medicamentos a cada una, en orden, para poder dormir, esto es lo que más nos cuesta a todas, pero tenemos que tratar hasta el punto que venza el sueño. Ya a las 5 am algunas nos despertábamos y preparábamos las cosas que necesitábamos para ir a bañarse más tranquilas porque luego se iba llenando el lugar, había que esperar mucho y durar menos, todo es muy sencillo, ahí no hay lujos de nada, aparte que también como a las 7 de la mañana llegaba el desayuno tan esperado.

Terminar de acomodarse porque podía ser que los doctores que ya para esa hora habían llegado empezaron a pasar ¨visita¨ lo que ellos llaman como la consulta médica en el salón, era suerte si te llamaban porque algunos no te veían en 1 o 2 días, luego uno preguntaba por el médico y era muy seguro que al día siguiente si te atendiera y es que muchas al igual que yo nos quejabamos de los medicamentos, porque la mayoría no dormía o muy poco, entonces ellos iban probando con otros productos hasta dosis máximas.

Me acuerdo de todo eso, los efectos que daban, porque todos tienen efectos secundarios fuertes, pero yo no le hablaba tanto al médico, una cosa que sufríamos todas era que entrabas con un peso por ejemplo 60 kilos y salías con 65 kilos, toda hinchada, reteniendo líquido y aún así deprimida por eso.

Un día ya cuando tenía derecho de visita, llego mi esposo, tenía muchas ganas de verlo, me llevaba fibra en polvo para estreñimiento y otras cosas escondidas,como caramelos o chocolates, pero si lo veían o a mí, los decomisaban, ahí como pudimos nos la fuimos jugando.


Un día hacía tanto calor que me bañé 2 veces, pero no crean que era fácil meterse al baño, tuve que pedir permiso a la enfermera que estaba a cargo, eso era una cosa de todos los días, para hacer cualquier cosa había que pedir permiso, incluso hay unas almohadas de peluche que mi esposo me llevó  y cuando la enfermera me la vio me gritó y dijo que nada de eso estaba permitido, me fui al baño a llorar porque sentía que me había humillado, ella se convirtió en mi enemiga número uno en ese lugar y a pesar de todo tenía que lidiar con ella todos los días.

Yo sé que detrás del miedo se esconde una oportunidad para levantarte y crecer, pero es claro que hay que meterse con ese demonio y no tenía fuerzas para enfrentarlo, lo que pasa es que cuando te dicen las verdades en la cara duelen más que cualquier golpe, porque sabes que no te están mintiendo, pero en ese estado por lo menos una lo acepta, te hace sentirte hasta cobarde por no aceptar y creer.

La mayoría de seres humanos malos se alimentan del corazón de buenas personas y no te dan espacio de crecer, porque se alimentan de corazones vacíos, por todas tus lágrimas derramadas, deprimidas por los medicamentos, a veces tratas de esconderte de tus flaquezas y lo peor de todo es que nadie lo notará! por eso se esconden, pero bueno en este momento puedo, debo y me lo merezco, he decidido vestirme con un ánimo renovador para ver que tiene la vida para mi! es hora de dejarme de preocupar.
















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